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22 de mayo de 2018

¿DEFINE EL PIGMENTO EL INTELECTO?

por Manuel Rodríguez Ortega




Pareciera que el precepto bíblico “creced y multiplicaos” nació del origen de los homínidos, que evolucionaron en diversas especies a partir del Australopitecus hasta el Homo sapiens. Nuestros antepasados se reprodujeron en masa y se dispersaron por todo el planeta. Cruzaron ríos y mares, atravesaron selvas, montañas y desiertos, y hasta cruzaron puentes glaciales como el del estrecho de Bering. Cada una de las ‘manadas’ que se establecieron en esa diversidad de ecosistemas, forjaron sus propias culturas y formas de vida. En el camino, su apariencia física se diversificó de acuerdo con su legado genético y el ambiente que les rodeaba. Por eso se manifiesta en la humanidad una amplia gama de tonos de piel, tipos de cabello y rasgos faciales. Si sumáramos todas estas características y las pusiéramos en una licuadora, saldría como resultado una sola fórmula: la especie humana.

Esa diversidad de elementos entre unos grupos y otros ha sido utilizada siempre como una excusa para establecer barreras entre los miembros de nuestra especie, que van mucho más allá del pigmento.  Aunque a muchos les disguste, es bueno recordar que nuestros antepasados más primitivos eran de color oscuro – o negro, según lo prefiera.  En África, la cuna de la humanidad, lo más práctico para los primeros homínidos sería tener la piel negra. Ante el Sol inclemente de la sabana africana y sin pelo suficiente para proteger la piel, lo mejor era protegerla con mucha melanina. El Homo sapiens evolucionó en África, al separarse genéticamente de los demás simios. Por lo tanto, todas las variaciones étnicas que surgieron de la dispersión del ser humano por todo el planeta, descienden de la llamada raza negra.

Por muchos siglos coexistieron centenares de culturas a través del planeta,  pero en un relativo aislamiento entre ellas. Una vez proliferan las exploraciones, el intercambio comercial –y lamentablemente– las guerras, comenzamos a ‘reencontrarnos’.  En el caso específico de los europeos, de piel clara y con una tecnología relativamente más desarrollada que en otras culturas, éstos pretendieron apoderarse del resto del mundo. Al chocar con otras culturas que eran físicamente diferentes a ellos, establecen el concepto 'raza', el cual estableció clasificaciones entre los humanos. Con esta diferenciación se llegó al punto de teorizar cuál raza era superior o más avanzada en términos cognitivos o tecnológicos. Por supuesto, estas consideraciones provenían de personas de la raza 'blanca', que justificaron con ello la explotación económica y social de otros pueblos ‘de color’. 

El  concepto ‘etnia’ ha probado ser más acertado y amplio a la hora de estudiar al ser humano, en lugar de limitarnos a la ‘raza’. La etnia abarca, más allá de una semejanza en el tono de piel, la cultura, los valores y creencias, el idioma y su relación con su entorno. El grado relativo de desarrollo tecnológico de un grupo étnico no obedece a superioridad o inferioridad racial, sino al modo en que una sociedad interactúa con su ambiente y cómo aprovecha los recursos a su alrededor. En aquellos entornos donde hay más recursos naturales disponibles y el clima es estable no es necesario desarrollar tantas herramientas y artefactos complejos, como en aquellos donde hay escasez de recursos o las condiciones del clima ameritan crear soluciones más efectivas. Por eso es que un abrigo de piel de un esquimal no tendría utilidad alguna en la selva del Amazonas, del mismo modo que una canoa no serviría para navegar en el desierto de Gobi. Un viaje en camello es mucho más eficiente que cualquier vehículo “4 x 4” para adentrarse en el Sáhara.  En el norte de Europa, por ejemplo, abunda la madera para construir casas, mientras en el Sahel africano fabrican las casas con barro e incluso con estiércol de vaca, porque es la única materia prima con que cuentan.

La historia de la humanidad siempre se ha fundamentado en la imposición de unas culturas sobre otras, guerras por territorios y recursos naturales, matanzas, ultrajes y esclavitud. Por lo tanto, el desarrollo de Puerto Rico como nación no estuvo exento de esas tragedias humanas. En la escuela nos inculcan que somos una mezcla de taíno, español y africano. Lo que no nos dicen es cómo se produjo ese mestizaje, por medio de violaciones sexuales, exterminio de indios y tráfico de esclavos africanos. De este terrible proceso histórico es que surgió nuestra identidad nacional, mestiza y rica en cultura, la cual refleja la herencia de esas vertientes étnicas.  Entre esas manos que trabajaron nos nació la Patria, como menciona  el contundente poema –convertido en canción– Oubao moin de Juan Antonio Corretjer.  


Sin duda alguna, las aportaciones de nuestros ancestros han sido enormes en cuanto al desarrollo del conocimiento. Por lo tanto, el cúmulo de sabiduría en nuestra cultura es producto de todas las gotas de pigmento que brotaron del sudor, sangre y lágrimas de nuestros antepasados. ¿Acaso el pigmento define el  intelecto? ¡Claro que sí, pues todos (blancos, negros, indios, chinos, etc.) inyectamos color a nuestras vidas!

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